Lc 1, 5-25
...Se le apareció entonces un angel del Señor … al verlo Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apodero de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu suplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer te dará un hijo… y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre..”
El evangelio de este día nos narra la aparición del angel a Zacarías para anunciarle que será padre, su hijo será Juan el Bautista, un hombre importante en los planes perfectos de Dios. Lo que me llama la atención de este evangelio y que nunca lo había recapacitado a pesar de haberlo leído muchas veces es que el niño “estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre”. Lo primero en lo que pienso es en aquel encuentro de Maria con Isabel, la madre de Juan, en donde Isabel le dice que el niño saltó de alegría al verla porque percibió la presencia del salvador en el seno de Maria. Juan aun en el vientre de su madre sentía, percibía y estaba lleno del Espíritu Santo.
Hoy muchos no creen esto. Hay un debate de si el feto tiene verdadera vida antes de los tres meses de gestación. El aborto es legal en muchos países precisamente por esta premisa y se habla de un solo cuerpo: el de la madre y no del cuerpo y del espíritu del bebe. Cuando una mujer aborta muchos apoyan su derecho de hacer lo que quiera con su cuerpo mientras otros (religiosos) la condenan. Ninguno de los dos “bandos”, a mi parecer están en lo correcto. El aborto es devastador para una mujer, y en lugar de condenarla o de apoyarla como si hubiera actuado sobre su derecho, deberíamos orar por ella, ser misericordiosos, no juzgarla, porque definitivamente no sabia que ese bebe tenia el Espíritu de Dios aun en su seno y porque necesita nuestra oracion para sanar su espíritu.
Oremos hoy por las madres que han abortado, oremos por su encuentro con Cristo, oremos para que encuentren paz y sanción. Dejemos de juzgar y de señalar y en este camino de adviento, encontremos un momento para orar por quien sufre por una terrible decisión.
“En mi angustia invoqué al Señor, clame a mi Dios, y él me escuchó desde su templo, mi clamor llego a sus oídos!” Salmo 18:6
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